El tiempo no pregunta, solo avanza, como la lluvia que cae sobre la tierra. Nos cambia, sí, pero somos nosotros quienes decidimos si crecer como un árbol que hunde sus raíces o quedarnos como una piedra en el camino, desgastada pero inmóvil. Cada segundo es una chispa que puede encendernos o consumirnos, y aunque no podamos detenerlo, podemos elegir qué dejamos que el tiempo haga de nosotros. Al final, no es el reloj quien define el camino, es lo que hacemos con cada paso.
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