Todos llevamos una grieta por dentro, aunque la pintemos con sonrisas. Es esa pequeña fisura la que nos recuerda, al final del día, que el miedo no siempre está afuera, a veces vive bajo la piel, esperando el momento de rompernos. Pero de esas grietas también brota luz, y es en esa fragilidad donde encontramos la fuerza de seguir, porque lo que nos quiebra es también lo que nos transforma.
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