A veces, darlo todo no basta, como si construyeras un puente hacia la nada. Es un cansancio que no entiende de relojes, un ir y venir sin llegar a ninguna parte. Y cuando lo que pierdes no tiene repuesto, el corazón se convierte en un cuarto vacío donde las lágrimas hacen eco, recordándote lo que ya no está. Pero, incluso en medio de ese desorden, hay una luz pequeña, un gesto que promete. Alguien que recoge los pedazos y se queda ahí, diciendo sin palabras: “No estás solo, yo también sé cómo se siente romperse, pero juntos intentaremos reconstruirnos.”
-Diario del Escritor Anónimo.
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