Me duele todo, pero sigo aquí. Me he caído tantas veces en la rutina que ya ni siento el golpe, pero el peso del día me recuerda que sigo respirando. Me daré el lujo de quedarme quieto un momento, de dejar que el cansancio hable, de soltar el peso sin excusas. No es derrota, es pausa. Porque sé que después de esto me levantaré, aunque sea tambaleando, y enfrentaré otra vez la batalla diaria. No porque sea fácil, sino porque encontrarle sentido al caos es lo único que me mantiene vivo.
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