El mundo es un baile donde no entendemos la música. Nos sentamos en la esquina, viendo cómo todos giran al compás de algo que no sentimos. Sin embargo, aceptar el propio desconcierto y convertirlo en refugio es un acto de valentía. Tal vez la locura no sea estar perdido, sino rechazar pertenecer a un lugar donde no hay espacio para uno mismo. Ser extraño no es estar desorientado; es ser brújula en un mundo sin mapa.
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