Es una artista emergente que irradia muchos colores y mucha luz, pero también esperanza, resiliencia y amor.
El municipio Piedecuesta en el departamento de Santander es un epicentro natural, un epicentro cultural y como es bien sabido, un epicentro musical, ya que sus propuestas han relucido hacía muchos otros horizontes gracias al talento de sus artistas. Por tal razón, si bien existe un claro interés por preservar con mucho orgullo los ritmos tradicionales de la región, como la carranga y la cumbia, coexiste una curiosidad constante por tomar lo autóctono y mezclarlo con otras corrientes de diversos ámbitos completamente diferentes.
Es así como Laura Velandia, conocida artísticamente como Mandala, encontró en la música de su región una respuesta ante varios cuestionamientos en su vida. El papel de las mujeres en la sociedad, la protección ambiental y los derechos ciudadanos, son algunos de los temas que decidió transformar en rimas gracias a una propuesta que se sale con ahínco de los estándares del rap tradicional, para así entremezclarse con la riqueza sonora del territorio.
Fuera de hacer conciencia y reflexión como MC, ella desde su labor en la psicología ha descubierto otras maneras de ayudar a su comunidad, logrando así congregar habitantes desde otras formas del arte con lo espiritual. A través del muralismo y talleres sobre meditación, se ha podido acercar tanto a niños como adultos para enseñarles la importancia de la autoestima, la empatía y el respeto absoluto por el entorno en el que cohabitan.
Mandala es una artista emergente que irradia muchos colores y mucha luz, pero también esperanza, resiliencia y amor, además de una incansable curiosidad por continuar explorando desde el arte, sin importar las dificultades del camino. Por lo tanto, incluso durante los procesos iniciales de la pandemia del Covid-19, demostró que la unidad debe ser un valor que nos fortalezca dentro de nuestra identidad como seres humanos.
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